Buenas prácticas
Nuevas habilidades y funciones
Una pequeña empresa de servicios de asistencia social cuenta con trabajadoras exclusivamente femeninas, que sufren de un alto nivel de estrés y burnout por las altas demandas emocionales del trabajo. Necesitaban encontrar la manera de mejorar las condiciones de trabajo para reducir la rotación de personal.
Ofrecer asistencia a las familias que se encuentran en situación de precariedad exige de un importante equilibrio entre habilidades técnicas e interpersonales. El trabajo puede ser solitario y suponer una alta carga emocional para el trabajador, a lo cual se suma la percepción de una falta de perspectivas profesionales. La empresa desarrolló un programa de formación para que las trabajadoras adquirieran nuevas habilidades, con el objetivo de convertirse en “entrenadores de la vida” o coaches.
Este proyecto tenía dos objetivos: por una parte formar a los asistentes sociales en las habilidades de comunicación necesarias para manejar las situaciones a las que se enfrentan cada día, y por otra ofrecerles una calificación reconocida formalmente. La formación es voluntaria para aquellos trabajadores de más de 45 años, por lo que es atractiva estos cuidadores profesionales.